Telemedicina, ¿Llegó para quedarse?

Por Impulso

La gran aliada en la pandemia, probablemente en el largo plazo será todo virtual con todos sus beneficios económicos. Estiman que el mercado de la “telemedicina” moverá U$s 50 mil millones en los próximos años

El término telemedicina está indisolublemente ligado al de las telecomunicaciones. Es decir, el envío de información (médica) a través de largas distancias. Inició con la aparición del telégrafo, en situaciones militares para pedir suministros médicos, comunicar muertos y heridos en el campo de batalla. Luego, con el teléfono la comunicación se afianzó mucho más para la consulta entre médicos y para conectar a los pacientes de zonas rurales con los médicos de las grandes ciudades.

Con Internet, desde la década de 1990, llega la explosión de la información. Aquí la telemedicina se empieza a desarrollar como una promisoria revolución donde se proyectaba que iba a motorizar las consultas de audio y vídeo en tiempo real, la educación del paciente a distancia, las interconsultas entre profesionales a distancia con transmisión de imágenes médicas, etc. La telemedicina se erigió así como la promesa de la nueva tecnología aplicada a la gestión en salud que traería más calidad médica con menores costos.

Pero no terminaba de instalarse. Los profesionales de la salud mantenían la preferencia por lo presencial. No era irrazonable. Porque en la cultura médica está instalado como buena práctica de atención primaria dos condimentos esenciales en la relación “médico-paciente”: uno es el diálogo y el otro es el control médico palpando, con la sabiduría y la experiencia de las manos, antes de apelar a las sofisticaciones tecnológicas de las imágenes y los análisis diagnósticos.

Hasta que llegó la pandemia. Repentinamente hubo que instalar la telemedicina de un día para el otro, guste o no. Naturalmente que esto causó resistencias iniciales en algunos profesionales y en aquellos que estuvieron predispuestos, lo hicieron con mucha improvisación.

Básicamente, porque se entendió como telemedicina pasar el diálogo que se entablaba en la visita al médico en el consultorio a una videollamada. El problema es que no está la palpación, la sabiduría y la experiencia de las manos. La pantalla de la computadora o del celular no reemplaza las manos del médico. Entonces, no se pasó a la telemedicina. Se pasó a hacer el diálogo por una computadora y el celular y nada más. No se adoptaron todas las técnicas, instrumentos tecnológicos, protocolos médicos, métodos a distancia que muy bien tiene desarrollados e implementados la telemedicina bien hecha. La telemedicina bien hecha puede reemplazar la sabiduría y la experiencia de la mano del médico con tecnología.

Saliendo de la pandemia, la pregunta es:

¿Seguirá la telemedicina?

La respuesta es: la telemedicina bien hecha va a seguir, pero la “telemedicina” entendida como la improvisación de llevar el diálogo del consultorio a la videollamada no va a seguir. Porque el médico naturalmente quiere volver a su consultorio a tener diálogo en persona con sus pacientes y a hacer medicina palpando, con la sabiduría y experiencia de las manos.

La pregunta correcta es: ¿Adoptaran los médicos la telemedicina bien hecha con todos sus beneficios de calidad médica a menores costos médicos?

La respuesta es: en el corto plazo es muy difícil que eso suceda.

Porque implicaría la modificación de sus creencias, valores y métodos tal como lo viene haciendo, sin que esto esté mal. Para ponerlo en un ejemplo simple, el médico tiene el convencimiento –basado en la evidencia médica– de que la forma con la que él practica la medicina (con las manos) es la científicamente correcta. La telemedicina le dice hay otra forma alternativa de hacer medicina que también es correcta, que es, sin las manos y con tecnología y puede generar ahorros de costos médicos.

O sea, son dos modos diferentes de hacer algo correctamente pero el segundo método, más nuevo, genera ahorro de costos.

Sin negar que la telemedicina sea calidad médica a menor costo, el médico tenderá a optar por la primera opción. Por mantener su práctica médica con las manos. Porque el costo de aprender a manejar todos los dispositivos y protocolos que involucran la telemedicina bien hecha, no se justifica dado que el resultado médico será el mismo que la medicina hecha con las manos. Puede ser que el resultado económico de la telemedicina sea mejor, pero el médico tiende a priorizar el resultado médico.

Diferente es cuando un cambio tecnológico da resultados médicos comprobadamente superiores. Esto no requiere un cambio de cultura del médico. Porque en sus valores está que los cambios tecnológicos para mejor, hay que adoptarlos. Pero la telemedicina, por ahora, no demostró que es para mejor. Demostró que es una forma diferente de hacer algo que se está haciendo bien.

Esto se plantea en todos los órdenes. En educación, desde la década de 1990, se vienen desarrollando las tecnologías para la educación a distancia que es económicamente más eficiente porque permite llegar a más gente con menos costo. Igualmente, la educación a distancia convivía con las técnicas de educación presencial (la tiza y el pizarrón). La pandemia obligó a pasarse a educación a distancia, pero improvisadamente. Es decir, no se adoptaron todas las técnicas de la educación a distancia, sino que la tiza y el pizarrón se reemplazó por la pantalla de la computadora.

Cuando se le pregunta a un maestro o a un profesor: ¿Cuándo termine la pandemia usted adoptará la educación a distancia bien hecha que ahorra costos y llega a más gente?

Seguramente que dirá que no, que se mantendrá con su técnica de tiza y pizarrón que le da los mismos resultados.

Lo mismo sucede en el trabajo. Desde la década de 1990, venían desarrollando tecnologías de videoconferencias que la utilizaban las grandes compañías con sedes en muchos lugares. Vino la pandemia, desarmó las oficinas y las reuniones pasaron a hacerse por Zoom, Meet, etc. Plataformas que tienen todas las opciones para que el trabajo sea a distancia como las sofisticadas videoconferencias. Pero las reuniones de Zoom en la pandemia eran limitarse a reemplazar la sala de reuniones con la pantalla de la computadora con un panel con todas las caras de los presentes.

Aun cuando es mucho más eficiente trabajar virtual, la gente añora y quiere volver a la presencialidad, aunque sea parcialmente.

En el corto plazo, todo será un híbrido

El médico tradicional volverá al consultorio a trabajar con las manos. Pero adoptará la práctica de atender las consultas más simples o de urgencia por videollamada (que no es telemedicina). Con esa videollamada contiene al paciente, lo aconseja sobre cómo proceder hasta que se vean en el consultorio donde allí la sabiduría y experiencia de las manos harán la buena medicina, como se venía haciendo.

La pandemia deja un beneficio. No es que el médico tradicional se pasa a la telemedicina, sino que adopta una tecnología de comunicación a distancia para complementar su forma de hacer medicina tradicional. En el fondo hay una ganancia económica que es que médico atenderá mejor a sus pacientes con su práctica tradicional. No tendrá la eficiencia de la telemedicina, pero mejoró la práctica médica tal como la venía haciendo antes de la pandemia.

Los maestros y profesores tradicionales volverán a la tiza y el pizarrón. Aunque algunas clases las harán vía Zoom ya que demostró ser más cómodo desde el punto de vista de los tiempos y costos de traslado y las clases son más eficientes, porque son más cortas con resultados similares en la medida que sólo se trate de una clase de exposición de conceptos, no de discusión. Entonces, hay una ganancia económica.

Al trabajo, ya se sabe que la mayoría está planteando unos días de la semana en casa y otros, en la oficina. Es la forma de ganar calidad de vida sin perder la dinámica de trabajo que da estar con los compañeros. Esto aumentará la productividad de los trabajadores, mejorará el clima laboral con menos costos de infraestructura, servicios y monitoreo de los empleados por parte de las empresas. Esto es una ganancia económica que se traducirá en más rentabilidad y mejores salarios.

En el largo plazo, puede ser que sea todo virtual

En el largo plazo, que todos los médicos hagan telemedicina, que todos los docentes hagan educación a distancia y todos trabajadores trabajen en forma virtual, dependerá de lo que elijan las nuevas generaciones. Nuevas generaciones que nacieron en la virtualidad, por lo que no resulta descabellado que adopten la telemedicina, teleducación y teletrabajo. Aquí se producirá el otro gran paso a favor de la mayor calidad con menores costos y esfuerzo que promete la medicina, la educación y el trabajo hecho a distancia masivamente. Pero, primero, la cultura exige dar un primer paso que es adoptar algo de la virtualidad para los métodos tradicionales (que es en lo que ayudó la pandemia). Más adelante vendrá la masividad en la virtualidad con todos sus beneficios económicos.

Se estima un crecimiento exponencial y que el mercado de la Telemedicina moverá un piso de U$s 50.000 millones en los próximos años, incluso ese número podría ser superado en la medida en que las preocupaciones por el coronavirus acrecienten la demanda.

Será un nuevo desafío del Gobierno de tener políticas públicas que apuntalen estos proyectos y coordinar con el sector privado de la Salud para potenciar todos los beneficios económicos que podrían venir de la mano de la “Telemedicina”.

Fuente: LP CONSULTING

Tags: medicina virtual pandemia telemedicina trabajo virtual videollamadas



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