Por Impulso

En lo que va del año, el peso argentino es la moneda más devaluada de América Latina frente al dólar.

El salto del dólar en los mercados libres, como el Contado con Liqui y el MEP, de $200, que se intercambiaba a comienzos de noviembre de 2021, a más de $330 en la última semana, superó con creces al ritmo de la inflación, y más aún a la variación del promedio de los ingresos de los trabajadores en ese período, en particular a los que se desempeñan en actividades en negro y aquellos autónomos y monotributistas. En lo que va del año, el peso argentino es la moneda más devaluada de América Latina frente al dólar. Ese movimiento pronuncia un salto de la pobreza a más del 44% de la población, como registró en el segundo semestre 2020, en plena pandemia de Covid-19 y derrumbe de la actividad productiva.

Si escucharon bien, 44% de pobres en un año con exportaciones récord y donde no paran de ingresar dólares. En un país serio, eso debería ser causa de generación de empleo, aumento del PBI y disminución de la pobreza. Pero Argentina, parece ser el reino del revés.

En la semana escuché una dura acusación de Alberto Fernández al campo, que los acusó de que se “guardan 20.000 millones de dólares y no los liquidan, esperando una mejor rentabilidad cuando el país los necesita”. Hay algo de esto que yo no entiendo. Al país supuestamente le faltan dólares (aunque los datos no reflejan eso), ¿por qué alguien se pondría en contra del sector que más dólares hace ingresar? Y otra cosa, ¿ustedes venderían sus dólares hoy si saben que mañana pueden subir de precio? Claramente no, y el que me diga que sí, no le creo. Si no tráiganme sus dólares que se los compro todos hoy mismo, y de paso ayudan al país “que tanto los necesita”.

En un país que no tiene rumbo económico, las medidas que se toman agobian a los sectores productivos, restringen las importaciones, emiten sin límite y donde el gobierno ya perdió totalmente la credibilidad. Un país donde uno se levanta un día y no sabe a qué precio vender un producto. Explíquenme cómo es posible planificar o poner un precio que no se sabe cuánto va a durar. El comerciante necesita protegerse y no va a vender a pérdida, si sabe que eso va a aumentar, por lo tanto, no vende. El supermercado hace lo mismo, la empresa que importa hace lo mismo, todos hacemos lo mismo. Algunos los llaman especuladores, yo lo llamo tener sentido común.

A veces pienso que no nos damos cuenta de que todas estas medidas matan a la clase media y hunden más en la pobreza a la clase baja. Con una inflación del 70% es imposible vivir y planificar y eso no es culpa de los “especuladores”. No es culpa del supermercado de la cuadra, que se le ocurre aumentar los precios, todos los empresarios quieren ganar plata en cualquier lugar del mundo. La culpa es de los “expertos” que creen en la teoría monetaria moderna, que dice que imprimir dinero para pagar facturas no tiene por qué causar inflación si las tasas impositivas son lo suficientemente altas. Acá tienen el resultado.

Tenemos que entender de una vez por todas que los políticos están salvados, viven en una burbuja, viven en otra realidad, que están lejos de saber cómo vive la gente que cobra un sueldo normal y creo que lejos está de importarles. La clase alta tendrá que restringirse un poco, pero probablemente no sufra mucho. En realidad, clase alta es solo un nombre, porque acá en Argentina, una familia que gane más de $500.000 (USD 1479) se considera un sector acomodado. En mi opinión, un poco bajo ese monto para estar “acomodado”. Tenemos precios europeos en alimentos, pero con salarios un 75% por debajo. Y quienes se harten de vivir así, emigrarán como lo están haciendo muchos, en busca de un futuro mejor.

La clase media y la clase baja son las que más lo sufren, los últimos, sin posibilidad de ajustarse, no ven luz al final del túnel. Los primeros hacen malabares para llegar a fin de mes, y muchos también se largan del país en busca de un poco de estabilidad.

Estamos ante una situación de “sálvese quien pueda”. Cada uno hace lo que puede para sobrevivir en un país que no da garantías de nada. La empresa no vende porque no sabe el precio de reposición, el almacén aumenta los precios porque no sabe si va a aumentar, el importador no vende porque no le dan dólares para traer insumos, el ciudadano compra dólares para que su sueldo no se devalúe, y así podría nombrar miles de cosas más que día a día hacemos para soportar esta crisis financiera.

En conclusión, estamos a la deriva, los pesos no sirven, los políticos miran para otro lado y juegan a las peleas entre ellos, mientras cada día hay más gente que no tiene para comer. Tu sueldo vale menos que ayer y más que mañana. Mi recomendación para ustedes, es que ahorren lo que más puedan, inviertan y sáquense los pesos de encima porque no sirven para nada. Y nuevamente, sálvese quien pueda.



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