Leonardo Caravaggio, docente de la Lic. en Analítica Empresarial y Social del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), deja reflexiones acerca de esta nueva tecnología que llegó para modificar la vida en sociedad.
En el imaginario popular las referencias que se vienen a la cabeza al hablar de la inteligencia artificial (IA) son las provenientes de las películas: un robot que hace todo por nosotros, o una computadora que conversa y responde todo tipo de preguntas. Las preocupaciones abundan en la posibilidad de ser desplazados de nuestros lugares de trabajo, pero IA está mucho más cerca de lo que pensamos. No se trata de un futuro imaginario, sino que ya están presentes entre nosotros.
¿Te animarías a subir a un coche que se maneja solo? No solo los autos Tesla tienen esa capacidad. También existe en Estados Unidos, una compañía de taxis bajo esta modalidad. Lejos está de ser magia, los autos incorporan cámaras o sensores para identificar dónde están, y un algoritmo que les permite tomar las decisiones para trasladarse sin riesgos al lugar de destino, en línea con los GPS de nuestros celulares.
¿Permitirías que un robot tome una decisión sobre tu salud? Esto probablemente ya haya sucedido. Hoy los médicos toman decisiones fuertemente basadas en la recomendación de una computadora. A partir de una radiografía o una tomografía ofrecen un determinado diagnóstico y su tratamiento correspondiente. El procedimiento para lograrlo no es complicado: primero se ingresa a la computadora una buena cantidad de datos (imágenes o información de pacientes) y luego en base a un cálculo matemático la computadora podrá reconocer patrones que permitan diagnosticar a un nuevo sujeto.
¿Qué tal si fuera la IA quien decide si el banco te da un préstamo? En muchas entidades bancarias eso sucede exactamente así. Se alimenta al sistema con toda la información sobre la persona que pide el préstamo y en base a un algoritmo matemático, decide si resulta conveniente y por qué monto ofrecer el préstamo. Esto permite evitar acomodos, o discriminaciones por temas no vinculados a la real capacidad de pago de la persona.
¿Quién mejor que tu mejor amigo para recomendarte una película? Un típico tema en una reunión es comentar la serie que estamos viendo y hacer recomendaciones. Sin embargo, los algoritmos hacen eso con nosotros casi todos los días. El éxito inicial de Netflix se debió principalmente a esto: saber qué recomendar.
Las casillas de mail detectan automáticamente si se trata de un spam, en la medida en que le informamos qué tipo de mails no queremos ver (ya sea porque no los abrimos o los marcamos como spam). También sucede que si entramos a una publicidad online, instantáneamente recibimos más publicidades de ese tipo. No es casualidad. El algoritmo aprendió que estamos buscando algo y va a ofrecerlo en forma incansable.
¿Y adivinar el futuro? Eso hoy no se puede, pero los sistemas de predicción mejoraron sorprendentemente en los últimos años. La IA se aplica para predecir el clima, el valor de las acciones en la bolsa, el rendimiento futuro de los jugadores de fútbol, o de los caballos de carreras, la demanda de un determinado producto, etc.
En esta línea, cuando nuestros celulares se desbloquean al vernos el rostro es el dato; que este coincida con el rostro esperado es la información necesaria. En los últimos años ambos elementos se han desplegado sin parar. Por un lado, la obtención de datos: la cantidad de celulares, la calidad y cantidad de cámaras, los lectores de huellas digitales, la digitalización de libros, imágenes, audios, etc. Esto es a lo que se llama “Big data”.
Por otro, la capacidad de procesarlos que, a futuro, será cada vez más imprescindible: saber cómo convertir tantos datos en información relevante. Los usos de estos avances no son cosa de ciencia ficción, ni de laboratorios extraños. Están disponibles y nos permiten hacer cosas que hasta hace cinco o diez años atrás nos hubiera parecido imposible.
Fuente: Télam
Imágenes: Gentileza