El año 2022 está siendo, aún si cabe, más complejo en el entorno geopolítico y geoestratégico internacional.
Si se pensaba que el año 2020 iba a ser de los más convulsos a nivel internacional por la pandemia que paralizó al planeta y que en 2021 comenzaría la recuperación sin más escollos que solventar, fue un espejismo.
El año 2022 está siendo, aún si cabe, más complejo en el entorno geopolítico y geoestratégico internacional. Tanto que muchos ya hablan de que, a nivel global, se está viviendo lo que se denomina como la economía de guerra.
Pero, ¿qué es en realidad este concepto?
Para muchas familias, hablar de economía de guerra es seguir apretándose el cinturón al máximo y tratar de sobrellevar las subidas estructurales que están sufriendo no solo sus economías, sino sus ingresos frente a los gastos que llegan. Eso es lo que está haciendo que páginas como Matchbanker España, donde se comparan las mejores opciones crediticias de los principales bancos y entidades prestatarias, están recibiendo más consultas que nunca en busca de una salida temporal a la coyuntura económica puntual.
La economía de guerra está ligada a la gestión gubernamental de los recursos económicos. Por suerte, no es tan dramático como pinta, aunque sí hay detalles. Eso, en realidad, es lo que está pasando no solo en el Viejo Continente, sino incluso en países de Latinoamérica que han visto cómo los conflictos más cercanos y también los que se están viendo en Ucrania están volviendo a incrementar el gasto de los estados para contrarrestar la ralentización del crecimiento económico que estaba previsto para esta temporada.
Entre los indicadores que pueden mostrar la realidad está la hiperinflación que, pese a los estímulos, no baja. Esto, que directamente perjudica a la economía en los bolsillos de las familias, está suponiendo todo un reto ya que, la única forma de paliar desde la economía estatal es bien subiendo los impuestos o bien, a través de los bancos centrales, subiendo los tipos de interés para hacer que se rebajen las compras fuera de la esencialidad.
Estas medidas, sin embargo, a quienes más les cuesta contrarrestarlas es a la población que, mientras que ve que los sueldos no suben – cuando no se encuentran con otro de los indicadores que parece hablar de estanflación como el desempleo – sí lo hacen las energías, la alimentación y los gastos corrientes del mes.
“Las familias ya tuvieron que hacer acopio de ahorros durante los años previos y durante la pandemia. Actualmente la situación es muy complicada para los más desfavorecidos que ven cómo su poder adquisitivo no les permite ni llegar a final de mes holgados” explican.
La esperanza está en conseguir que la situación revierta y que los empleos vuelvan a mejorar no solo sus condiciones sino sus salarios y números. Solo de esta forma se podría de nuevo intentar ahorrar para conseguir un colchón de tranquilidad y, mientras tanto, ir solventando los pagos recurriendo a soluciones crediticias en ciertos casos, las cuales les facilitan poder no dejar de pagar todas las obligaciones que llegan.
Sin duda, pese a que el primer trimestre está siendo todo un reto, la idea es conseguir, desde las entidades financieras internacionales, facilitar al máximo una recuperación que, aunque lenta, se deje notar en el segundo semestre.