En un paisaje dominado por las estructuras coloniales, emergen bodegas rurales, clásicas y modernas. La ruta 40, el bello sendero que guía al viajero por los rincones más atractivos de las regiones norteñas del país.
La región norte del país, con la mítica ruta 40 como columna vertebral, descubre entre paisajes de ensueño una variedad de sabores y aromas a través de su rica gastronomía y exquisitos vinos, productos que ofrece por webinar el Instituto Nacional de Promoción Turística (Inprotur), a operadores del exterior para un escenario post pandemia.
En un paisaje dominado por los cardones y las estructuras coloniales, emergen bodegas rurales, clásicas y modernas, y establecimientos para degustar tamales, humitas, maíz, cazuelas, cabritos, dulces en conserva y platos de ollas, entre otros.
En cuanto a las características técnicas de los vinos, desde el Inprotur destacan “la intensidad de color, el profundo volumen en boca y su perfume“, derivados de la amplitud térmica de los valles.
Los vinos elaborados con uva torrontés, conocida como “la reina blanca nacional“, son ideales para consumir durante todo el año y buenos compañeros de la tan condimentada comida de la región.
El recorrido comienza en la provincia de Jujuy, la que se encuentra más al norte de la región, y que presenta una biodiversidad geográfica única marcada por la Puna, la selva de Yungas y las quebradas.
Justamente en la Quebrada de Humahuaca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, hay varias de las bodegas norteñas y la más alta de la zona, a 3429 metros de altura sobre el nivel del mar.
La mayoría de los establecimientos vitícolas se encuentran muy cerca de los centros turísticos que están inmersos en las mismas rutas de esos paisajes emblemáticos.
Desde el Inprotur se hace hincapié en que “a diferencia de otros países, es muy simple visitar bodegas mientras se contempla la diversa naturaleza que motiva el viaje del visitante“.
Al llegar a Salinas Grandes se puede disfrutar de una experiencia única de la mano de familias de pueblos originarios locales: la cosecha de sal, una antigua actividad de la que ahora se hace participar a los turistas.
Otra de las experiencias que se pueden realizar en el lugar es tomar clase de cocina de tamales, una receta emblemática del norte argentino.
LA CONTINUIDAD DE LA RUTA 40
Camino hacia el sur, siempre por la ruta 40, se ingresa a la provincia de Salta, y visitar los pueblos de los caminos calchaquíes como Cachi, Molinos y Cafayate, muy cercanos unos de otros, “pero que vale la pena hacer paradas y pernoctar en algunos de ellos“, destacan desde el Inprotur.
En Cachi, por ejemplo, en los meses de marzo y abril, es muy común encontrar los pimientos secándose al sol como parte del paisaje colorido que además perfuman el lugar, y que están ahí esperando convertirse en el pimentón.
Las bodegas del lugar suelen tener características coloniales, una arquitectura muy típica de la región, y ofrecer propuestas de degustaciones, de almuerzos, sobre todo en el valle de Cafayate que concentra la mayor cantidad de establecimientos vitivinícolas de la región.
También cuenta con un museo dedicado al vino, muy interactivo e informativo, que complementa el viaje para quienes quieren conocer más de la historia vinícola de la región.
TUCUMÁN, CATAMARCA Y LA RIOJA
Todavía más al sur, la ruta 40 guía al viajero a la provincia de Tucumán, que también tiene un interesante desarrollo vitivinícola sobre la misma ruta, en las Arcas de Tolombón y en Amaicha del Valle, a sólo 30 minutos de distancia uno del otro.
En Amaicha del Valle se encuentra la única bodega comunitaria rural administrada por la comunidad aborigen local y es muy conmovedor porque le da un fuerte sentido patrimonial a la visita en esta bodega.
Siempre en dirección sur, pasando por Tafí del Valle y hacia el sudeste de la provincia, se ingresa en la provincia de Santiago del Estero, famosa por la calidad de las termas de Rio Hondo, que se encuentran muy cerca para hacer un descanso reparador después de una visita a tantas bodegas.
En el departamento de Robles se encuentra una bodega inaugurada en octubre de 2019 que rinde culto a las primeras estacas de vid que ingresaron al país, hace 400 años, en 1556.
Entre las dos últimas provincias camino al sur, Catamarca ofrece paisajes inigualables y hasta desconocidos, como el Campo de Piedra Pomez, el cordón montañoso de los Seismiles (volcanes de esa altura sobre la ruta 60) y el Valle de Tinogasta.
En este sitio se realiza una curiosa actividad los fines de semana de febrero y principios de marzo, que es la cosecha bajo la luna llena, con el perfil de los Seismiles en el horizonte.
Ya en La Rioja, la última de las provincias de la región, se encuentran dos polos vitivinícolas vecinos, Famatina y Chilecito, donde se producen vinos de “mucho carácter y estructura“, definen desde el organismo que preside su secretario General, Ricardo Sosa.
Télam