Librerías y clubes de lectura utilizan la plataforma para difundir sus materiales literarios.
Con una curaduría de catálogos muy propia, cada vez más librerías y clubes de lectura especializados en literatura infantil y juvenil (LIJ) se apoyan en Instagram como canal de difusión para consolidar comunidades con miles de seguidores -adultos que funcionan como nexo con los más chicos-, y lo hacen sobre un horizonte común que apuesta más por la selección que el rédito económico y la premisa irrenunciable de considerar a la lectura como un derecho de infancia.
Desde venta online, suscripción mensual o como ventana de librerías físicas (abiertas o a puertas cerradas), muchas de las iniciativas más convocantes en Instagram, comparten lo mismo: el compromiso por el fomento del hábito lector en bebés, niños, niñas y adolescentes, a través de una oferta que prioriza el objeto literario, acompañado en algunos casos con textos bellos e imágenes elegidas con especial cuidado, a tono con la propuesta estética de la red social.
Son proyectos que llevan en sus orígenes la “pasión” de abrir un libro y dejarse llevar por la “experiencia transformadora” como definen algunas de las libreras.
Con mucha trayectoria en el mundo de los libros infantiles- como el caso de Carola Martínez, a cargo del programa de Lectura de la Ciudad de Buenos Aires- o sin ella pero con la determinación suficiente para renunciar a trabajos anteriores y apostar a un sueño, estas librerías con pie en lo virtual se fundaron sobre la idea de que un buen libro se recomienda y desde ahí tejieron comunidades con miles de personas que ofician de mediadoras con los más chicos.
Una de ellas es Donde viven los libros: nacida como un blog, luego -al ritmo de su expansión- sumó páginas en Facebook y Twitter y un showroom en el barrio porteño de Flores. Al proyecto lo comanda un equipo integrado por tres talleristas, Lali Martinez, Javiera Astorga y Carola Martinez, que hace más de quince años trabajan en el rubro de la LIJ y de tanto sugerir textos un día decidieron “venderlos” sin las reglas de la moda y la masividad.
“No vendemos libros que no nos parezcan de calidad estética, literaria, aun cuando se vendan muchísimo. Tenemos una idea de lectura y de infancia que nos organiza el trabajo. No vendemos libros que no leeríamos. Creemos en la cultura de la solidaridad: no solo tenemos un negocio, aunque para seguir existiendo tenemos que vender, pero entendemos que también hay momentos en los que no dudamos rescindir parte de nuestra ganancia en pos de que más libros lleguen a más lectores“, dice Lali Martínez a Télam.
Así, arman un catálogo sobre un principio básico: que los libros les gusten a ellas y que “que respetan al lector/a, que tienen en cuenta al niño o la niña que lo va leer. Le hablan en condición de igualdad y no pensando que no va a entender o que no le podemos decir esto porque es muy terrible. Creemos que las niñas y niños son seres enormemente fuertes y que la infancia no es un lugar idílico“, asegura Martínez.
Algo similar piensa Gabriela César, la responsable de la librería puertas adentro Libro Feroz, en Instagram con casi 30 mil seguidores: “Cada libro que recomiendo es porque confío en su calidad y en que puede dejar una marca. No publico pensando en qué editorial deja más ganancia. Todo lo que está en la librería son textos que tienen un valor estético y pueden desarrollar el amor por la lectura. El día que tenga que vender libros que no me gustan debería cerrar el espacio, porque antes que comerciante soy lectora“.
Por su parte, Bárbara Bonacin de la librería Abrazando Cuentos (en Instagram con casi 44.000 seguidores), especializada en libros importados y tipo álbum, que además de venta de ejemplares realiza actividades vinculadas a LIJ, asegura que “en la medida que crecimos nunca perdimos el objetivo por el cual nació el proyecto: el amor por la literatura, el objetivo de crear un hábito en nuestra hija y en los otros niños; compartir la literatura infantil que es algo súper especial y re lindo, también para los adultos“.
Télam